Camino por Av. La Paz, hoy alguien me acompañaría pero algo lo impidió. En la Plaza La Paz no hay un solo árbol que me haga compañía, sólo unos monjes que conversan entre ellos, siempre de la misma forma.
En la entrada del cementerio hay muchas personas, varias vestidas de negro, al igual que yo, algunos ríen e incluso un par de jóvenes escuchan música en su celular, al menos no es reggaeton.
Camino y me encuentro de frente con la tumba de Jaime Guzmán, "Por Dios y su Patria" dice de forma orgullosa su panteón. Lo que a él le ocurrió es lo que sucede cuando haces más importante a una institución por sobre las personas que la constituyen, el pueblo te devuelve la mano y te usurpa la vida que no merecías, quizás su dios le haya hecho pagar todo el daño causado.
Continúo mi marcha y unos metros más al norte descansa Orlando Letelier, "Nací chileno, viví como chileno y moriré chileno" dijo en 1976 antes que mercenarios contratados por la dictadura acabaran con su vida de chileno en un lugar tan lejano como Washington DC.
Hacia el oeste hay una callejuela llamada O'Higgins y avanzo por ella en dirección norte, veo el monumento a Salvador Allende varios metros más allá, está ubicado en el Patio 29 llamado El Carmen, ¿será una coincidencia que el número del patio coincida con aquel nefasto sector del cementerio donde fueron mancillados los restos mortales de tantos compatriotas? En el panteón encuentro a dos muchachas que se marchan pronto, luego llega una familia mientras yo estoy sentado escribiendo esto frente al mausoleo donde descansa la familia Allende Bussi, este lugar siempre está lleno de flores y cartas, amigas y antagónicas por igual. En este lugar uno puede leer un extracto de aquel maravilloso discurso dicho aquel fatídico 11 de septiembre de 1973: "Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor". Leo el discurso y veo un Cristo delante mío, hacia el norte, pienso en lo irónica que es la vida, mientras voy en busca del monumento a Rodríguez.
La callejuela Belisario Prats tiene muchos árboles al centro y es acogedor un poco de sombra, acá uno encuentra cosas muy extrañas, desde la tumba de uno de los tantos presidentes desconocidos de Chile, también me encuentro a un gato y algunos metros más allá a un perro, hacia el final hay un edificio que emula una estructura griega (¿o romana? lamento mi falta de cultura arquitectónica antigua) el cual es posible recorrer por dentro y se encuentra en un estado de cuidado deplorable lo que le da un matiz especial. Al frente de él se encuentra la tumba de Arturo Alessandri y de su hijo Jorge, este último uno de los tantos enemigos políticos de Allende.
Av. Limay (otra calle al interior del cementerio, la diferencia es que en esta pueden transitar autos) es una de las más importantes, en su extremo este se encuentra el ingreso de autos y a unos pasos la salida de la estación del metro Cementerios. Camino por ella y en una de sus esquinas veo el monumento conmemorativo a los caídos en la matanza del edificio del Seguro Obrero, todos jóvenes, todos nazis y partidarios del ex Gral. Carlos Ibañez del Campo, otro de los tantos generales golpistas de nuestra historia, demostrando que en Chile no sólo hay víctimas de la opresión en la izquierda sino también valuartes en la extrema derecha. Aunque lo más irónico de este momento oscuro de la historia de Chile es que no fue ocasionado por sus enemigos de izquierda, sino por sus iguales de derecha, aunque una derecha conservadora durante el gobierno Arturo Alessandri Palma, nombrado anteriomente.
Luego de varias vueltas, unas decididas por mí y otras tantas obligadas por mi mala memoria doblo en la callejuela Calvario y finalmente llego al monumento a Manuel Rodríguez, donde no descansa su cuerpo mortal, que se haya escondido en alguna parte de Chile, enterrado de la misma forma en que vivió, escondido, entre el pueblo, entre los campesinos y entre los rotos de nuestra historia para así lograr gracias a su ayuda la independencia de nuestro país. Traicionado por O'higgins pero elevado a la figura de prócer por el pueblo, con el que él convivió y por quienes luchó y lo ayudaron en sus correrías. Claro, los historiadores también han hecho su aporte. Acá hay otra coincidencia, al igual que desde la tumba de Allende si miras hacia el norte también verás un Cristo.
Continúo por Calvario en dirección norte, hacia la parte "pobre". Antes de llegar a la intersección con Segunda de Tilo veo el siguiente mensaje en una tumba: "Hay que vencer a la mentira con la verdad, a la violencia con la dulzura, al odio con el amor, a la muerte con la vida eterna", salvo la última frase, me parece bastante interesante. Al llegar al crematorio, me encuentro con una procesión, doblan antes de este edificio, algunas de esas personas me miran mientras yo escribo sentado frente a una tumba casi anónima (no quiero mirar el nombre). En la procesión van todo tipo de personas, jóvenes, niños, adultos, ancianos e incluso bebés, algunos ríen y conversan jovialmente, ¿cuánto dolor sentirán? Ahora que ya pasaron sigo mi camino que coincide con el de ellos, hacia el sector popular. Mantengo una distancia prudente para no incomodarlos.
La procesión dobla un par de callejuelas más allá y yo continúo mi camino. Cruzo Av. Nueva Limay y el cambio se hace evidente, ya no hay mausoleos ni panteones, incluso las ropas y las expresiones de los visitantes es distinta. Remolinos de viento sobre las tumbas, banderas de equipos populares de fútbol y flores artificiales desgastadas por el tiempo y el clima. A lo lejos veo la tumba de Víctor Jara, a diferencia de los otros "Personajes Destacados" que yacen en este cementerio acá no hay monumentos, ni un gran sepulcro, salvo un pequeño letrero que indica a quien pertenece. Pero la reconozco de igual forma, por el árbol que hay a su lado que se encuentra rebosante de muestras de cariño de personas del pueblo, aquella misma clase de obreros e hijos de ellos, por los que Víctor luchó, vivió y murió.
Por fin llego a ella y comienzo a escribir estas líneas, muchas personas pasan a mi espalda, algunos se detienen y leen los mensajes dejados durante tantos años, otros pasan sin detenerse. "Nos haces falta...", "Hasta la victoria", "Víctor, tu canto no morirá jamás", "Grande compañero Víctor Jara" y miles de otros mensajes que uno puede ver. Realmente cuanta falta nos hacen personas como él y que falta nos hace que las nuevas generaciones no olviden esta y tantas otras historias, que no olviden a las personas que se sacrificaron (o fueron sacrificadas) en la lucha por una sociedad mejor, una sociedad más justa e igualitaria.
Me muevo, un grupo de jóvenes compuesto por una mujer y dos hombres quieren sacar fotos, agradecen el gesto, leen y comentan, ojalá todos hicieran lo mismo. Quizás muchos sepan pero también muchos deben ignorar el por qué Víctor se encuentra acá y no en la parte "linda" del cementerio. Hace unos años se le ofreció a Joan Jara, viuda de Víctor, trasladar los restos a la otra zona pero su respuesta fue tajante y hermosa: "Víctor vivió y murió con el pueblo, ahora que está muerto no lo separarán de él".
Unos metros más allá está el patio 29, actualmente el sector está cerrado debido a la construcción de un monumento a las víctimas que fueron enterradas de forma anónima en él. ¿Han pensado en cómo será su inauguración? ¿Que nuestro nuevo presidente Piñera tuviera el descaro de inaugurar este monumento al lado de los familiares de aquellas víctimas de la dictadura que él mismo apoyó? Siento asco al sólo pensar en esa imagen, espero que no se atreva y se excuse de realizar un insulto tan grande al dolor que llevan aquellos familiares durante tantos años y que tendrán que llevar por el resto de sus vidas.
Cerca de Víctor está la tumba de Octavio Araya Ortíz, quien murió el 11 de septiembre de 1993, 20 años después del golpe de estado, quien era miembro de la JJ.CC. de San Ramón, una de las tantas víctimas en "democracia".
Mi recorrido termina frente al Memorial de los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos, "Todo mi amor está aquí y se ha quedado pegado a las rocas, al mar, a las montañas" dicta sobre los nombres de miles de personas asesinadas en dictadura, con el nombre del Presidente Salvador Allende Gossens al medio. Miles de compatriotas, padres, madres, hijos/as, hermanos/as, ciudadanos, socialistas, comunistas, radicales e incluso generales de ejército que lucharon por el orden y el respeto constitucional y por la democracia. Pienso en que el nombre de Eduardo Frei Montalva también debería estar acá, pero me alegro de que no sea así, después de todo su falta de criterio y amor por el pueblo lo llevaron a ocasionar junto a la DC el golpe de estado por parte del ejército.
Es una pena que tan pocos hayan pagado por aquel daño, es una pena que el pueblo haya olvidado mediante promesas de un "cambio" lo que sucedió hace apenas 37 años atrás, es una pena que le hayan entregado el poder a quienes se hicieron ricos mientras el pueblo estaba sumido en la pobreza debido a un sistema que fue creado y defendido por ellos mismos. Es una pena que quienes no olvidamos, que aprendemos y defendemos aquellos derechos sociales seamos apenas un poco más del 6% de este degradado país.
Por otra parte es tan irónica esta vida, por ejemplo, que alguien como yo, que no tiene deidades, que no cree en la muerte salvo como un proceso netamente biológico, haya encontrado su refugio en esta puta ciudad en un cementerio, haya encontrado en este lugar su espacio de reflexión, que tan bien refleja además las diferencias sociales e ideológicas de esta nación.
Antes de despedirme quiero disculparme por no haber visitado a tantos otros personajes importantes de nuestra historia como José Miguel carrera, Diego Portales o Manuel Balmaceda, entre tantos otros, que merecían estar en este pequeño bosquejo de lo que significa para mí, para Eduardo, ir al Cementerio General de Santiago.
Por Eduardo Valdivia
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